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* CHEMIN SCABREUX

 "Le chemin est un peu scabreux

    quoiqu'il paraisse assez beau" 

                                        Voltaire 

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Publié par VERICUETOS

   

LA MORT  D'OLVER DE LEON


Hier, mercredi 14 janvier, est décédé à Paris, Olver de Leon, animateur et promoteur de la culture latino-américaine à laquelle il consacra en France ses meilleures insomnies durant plus de trente ans : colloques, rencontres, recueils de contes – particulièrement trois d’entre eux qui feront date dans la promotion en langue française de notre littérature : Anthologie de la nouvelle hispano-américaine (1981); Anthologie de la nouvelle latino–américaine (1991) et Anthologie de la nouvelle noire et policière latino–américaine (1993)- et de poésie (Panamá y Guatemala) editées en Suisse.

Né à San Carlos (Maldonado – Uruguay) dans un foyer modeste, il travailla dans sa jeunesse comme livreur de pain et accéda non sans     difficultés à l’enseignement secondaire.


Exilé en France après le coup d’état de 73, Olver s’appliqua avec une ténacité exemplaire à étudier et à grimper les échelons ingrats de l’université parisienne : bibliothécaire, lecteur, il accéda finalement au poste de Maître de Conférences à La Sorbonne. En tant que professeur il s’attira toute l’affection de ses élèves avec lesquels il partageait, dans le pur esprit de mai 68, informel et spontané, le savoir et le goût pour la littérature. Ses cours sur Horace Quiroga et sur le conte latino-américain étaient de véritables ateliers littéraires.

 

Mais plus qu’académique, Olver fut un grand organisateur d’évènements et avaleur de livres. On se souvient encore du grand congrès sur le conte hispano-américain organisé au siège de la Sorbonne en présence de critiques littéraires comme Dario Puccini et Emir Rodriguez Monegal ; de ses rencontres et concerts sur le tango ; de ses efforts courageux pour que la littérature uruguayenne ait  une place dans le cercle latino-américain à Paris, ainsi que sa présence animée lors de tables rondes.

 

Généreux et ami de ses amis, il partagea ses succès et quelques une des ses difficultés, avec Claude Couffon, Ruben Bareiro Saguier, Nestor Ponce, Efer Arocha, Luis del Rio, Roger Guggisberg et beaucoup d’autres qui l’accompagnèrent dans des aventures éditoriales en France et en Uruguay (je pense à Jorge Freccero en Signos). Le livre collectif « Nouvelle et Exil », auquel j’ai collaboré activement, créa entre nous une amitié que le temps ne fit que consolider autour de bonnes tables où, avec un esprit épicurien, Olver savait combiner la dégustation de plats abondants et vins bien servis avec des polémiques littéraires enflammées. Bon cuisinier, surtout de mêts italiens, ses fameuses raviolis nous réunissaient dans sa maison le soir venu, où l’on respirait l’esprit d’une lointaine adolescence perdue.

 

Ces dernières années, une détérioration progressive de santé le confinait dans un petit appartement de la banlieue parisienne où le retrouvaient ses anciens élèves et amis de toujours. La dernière fois que nous avons parlé, il s’engageait à diffuser en France le « recueil de contes uruguayens » que j’avais moi-même compilés en Espagne pour l’Editorial Popular. Et il le fit dans ce qui fut son dernier refuge : « Itinéraires », un Blog qu’il alimentait depuis une table proche d’un masque à oxygène qui le maintenait péniblement en vie.

 

De cet appartement il ne sortait de plus en plus fréquemment que pour aller à l’hôpital. La dernière fois, sentant sa fin venir, il donna à Efer Arocha, directeur de la revue Vericuetos, exemple de la culture alternative latino-américaine à Paris, une liste de noms et téléphones d’amis pour qu’il  pour qu'il les appelât à sa mort.

 

Hier matin, le téléphone sonna chez moi.

                                                                  
                                                                 Fernando Ainsa, depuis Oliete (Teruel, Espagne)

                                                                                       Traduction : Nathalie Duhart

                       


                                                               LA MUERTE DE OLVER DE LEON


Ayer, miércoles 14 de enero, falleció en París, Olver De León, animador y difusor de la cultura latinoamericana a la que dedicó sus mejores desvelos durante más de treinta años en Francia: coloquios, encuentros, antologías de cuentos -especialmente tres que marcaron un hito en la difusión de nuestra literatura en lengua francesa: Anthologie de la nouvelle hispano-américaine (1981); Anthologie de la nouvelle latino–américaine (1991) y Anthologie de la nouvelle noire et policière latino–américaine (1993)- y de poesía (Panamá y Guatemala) editadas en Suiza.

    

Nacido en San Carlos (Maldonado) en un hogar modesto, trabajó en su juventud como repartidor de pan y accedió con dificultades a la enseñanza secundaria. Exiliado en Francia tras el golpe del 73, Olver se dedicó con ejemplar tenacidad a estudiar e ir escalando los ingratos escalones de la universidad parisina: bibliotecario, lector, logró finalmente ser Maître des conférences en la Sorbona. Como profesor se granjeó el afecto de sus alumnos, con los cuales compartía, en el mejor espíritu de Mayo del 68, informal y espontáneo, el saber y el gusto por la literatura. Sus clases sobre Horacio Quiroga y sobre el cuento latinoamericano eran verdaderos talleres literarios.

  

Pero más que académico, Olver fue un gran organizador de eventos y compilador de libros. Se recuerda todavía el gran congreso sobre el cuento hispanoamericano organizado en la sede de la Sorbona con la presencia de críticos como Dario Puccini y Emir Rodríguez Monegal; sus encuentros y conciertos sobre el tango; sus denodados esfuerzos para que la literatura uruguaya tuviera un espacio en el marco latinoamericano en París y su animada presencia en mesas redondas.

  

Generoso y amigo de sus amigos, compartió sus éxitos y algunos sinsabores académicos, con Claude Couffon, Rubén Bareiro Saguier, Nestor Ponce, Efer Arocha, Luis del Río, Roger Guggisberg y muchos otros que lo acompañaron en aventuras editoriales en Francia y Uruguay (pienso en Jorge Freccero en Signos). El libro colectivo “Novela y exilio”, en el que colaboré activamente, nos unió en una amistad que el tiempo no hizo sino consolidar alrededor de buenas mesas donde, con espíritu epicúreo, Olver combinaba la degustación de platos abundantes y vinos bien escanciados, con encendidas polémicas literarias. Buen cocinero, especialmente de cocina italiana, sus famosas “ravioladas” nos reunían en su casa en veladas donde se respiraba el espíritu de una lejana adolescencia perdida.

 

 En los últimos años, un progresivo deterioro de salud lo confinó en un pequeño apartamento de la “banlieu” parisina, adonde concurrían sus antiguos alumnos y los amigos de siempre. La última vez que hablamos se empeñó en difundir en Francia la “Antología de cuentos uruguayos” que yo había compilado en España para la Editorial Popular. Y así lo hizo en lo que fue su último refugio, “Itinerarios”, un Blog que alimentaba desde una mesa cercana a una máscara de oxígeno que lo mantenía penosamente en vida.

  

De ese piso salía, cada vez más frecuentemente, para ingresar al hospital. La última vez, sintiendo su próximo fin, le dio a Efer Arocha, director de la revista Vericuetos, ejemplo de la cultura alternativa latinoamericana en París, una lista de nombres y teléfonos de amigos para que los llamara cuando se muriera.


Ayer por la mañana sonó el teléfono en mi casa.

 

 

 

                                                                  Fernando Aínsa, desde Oliete (Teruel, España)

                                               Apartado de Correos 10316

                                                 50006 ZARAGOZA España  

                                               fernandoainsa1@gmail.com

                                                 Teléfono (34) 976-55.39.87  

 

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J
Para: fernando aínsa <br /> [Casa de los Escritores del Uruguay] LA MUERTE DE OLVER DE LEON<br /> <br /> Querido amigo, me apena la muerte de Olver. Lo conocí en los prolegómenos del golpe de Estado, hacia el año 70, cuando él ya estaba a punto viajar. Heredé sus grupos de literatura en el Liceo de las Hnas. del Huerto, en San José y Julio Herrera y Obes, y allí me hice cargo de sus clases hasta que un día encontré y secuestré armas escondidas y comencé a recibir presiones para que me fuera. Poco después el liceo cerró. Con Olver mantuve pocas pero largas pláticas en la sala de profesores -me escribí luego con él algunas veces- y en todo momento tuvimos una gran afinidad, sobre todo en la forma de encarar las clases. Lo conocí como hombre comunicativo y chispeante, aunque pòr la brevedad del tiempo que lo traté nunca llegamos a trabar una amistad más profunda y sólida. Otrosí digo: he recibido la invitación para el homenaje de junio. No sé si no me daré una vuelta, ya que estaba en mis planes ir a visitar la patria de mis abuelos, al sur de Lyon. Bueno, te acompaño en la pérdida del amigo y va un abrazo, jm
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P
Queridos Efer y Fernando: <br /> <br /> Acabo de enterarme de la muerte de Olver de León. Lamento desde esta loma en Envigado, donde vivo y escribo, la muerte del hombre uruguayo que tanto recuerdo. En mis días de joven escritor extraviado en París, las palabras de Olver siempre me ayudaron. Su compañía fue la certeza para mí de que yo debía seguir con la escritura. Olver habló con entusiasmo de mis primeros "Cuentos de Niquía". Dijo, recuerdo, que había un Rulfo bien asimilado en esos relatos sobre la violencia en Medellín. Luego presentó mis libros "La sinfónica y otros cuentos musicales" y "Viajeros" ante pequeños auditorios. En ese entonces yo no era nadie, sólo un flaco fantasma desesperado y anhelante, y Olver creyó en mi talento. Me hubiera gustado contarle algo de mis "logros" literarios aquí en Colombia. Me hubiera gustado comentarle de algunos premios y de algunas antologías de cuento y poesía donde mi nombre aparece. Me hubiera encantado tomarme unos vinos con él <br /> y poderle regalar mi última novela "Lejos de Roma", publicada por Alfaguara en el 2008. Una novela sobre el exilio que él hubiera aprobado. Pero ustedes saben que las distancias son fatales y los regresos a América Latina confunden y, cuando se trata de volver a un país como Colombia, extravían hasta el marasmo. A ustedes que fueron sus amigos, a ustedes que me llevaron de alguna manera a Olver de León, a ustedes que también creyeron en mí y me ayudaron con sus palabras, les escribo esta tremenda nostalgia que ahora siento por Olver. <br /> <br /> Pablo Montoya
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R
“…Hará unos días, sintiendo su próximo fin, le dio a Efer Arrocha, director de la revista Vericuetos, ejemplo de la cultura alternativa latinoamericana en París, una lista de nombres y teléfonos de amigos para que los llamara cuando se muriera. Ayer por la mañana sonó el teléfono de mi casa.” Fernando Ainsa<br /> <br /> Querido Olver:<br /> <br /> También sonó mi teléfono. Fue la voz intrigante de Efer Arocha que, como quién trama un complot, me dice:<br /> <br /> - Tengo un buena y una mala noticia.<br /> <br /> - Bueno, dije, empecemos por la mala.<br /> <br /> Después recibí un mensaje electrónico de Fernando Ainsa y el último párrafo me dio la idea de continuar ese digno gesto literario y, porqué no, hacer una nueva antología que podría titularse El libro de los adioses. Como vos bien sabés, querido Olver, todo es literatura… mismo la muerte.<br /> <br /> Rudy Gerdanc<br /> <br /> <br /> <br /> PD: Siempre que escribo suelo escuchar una música acorde a la circunstancia. En este momento el Réquiem de Fauré es, más que un réquiem, un Carpe diem.
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